Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada
Septiembre de 1967. El legendario presidente de Boca Juniors, Alberto J. Armando, toma una decisión histórica para la vida institucional de una de las entidades deportivas y sociales más populares del país. Decide -junto a una comisión directiva absolutamente adherente a sus decisiones- donar una escuela a la localidad de 28 de Julio, en pleno Valle Inferior del Rio Chubut.
En realidad, “El Puma” -como era llamado y que los tiempos futuros descubrieron que su segundo nombre era José aunque la marca registrada era “Jota”- entregó 23 escuelas, una por cada provincia argentina, en un hecho inédito en la historia del fútbol argentino y único dentro de la historia del club.
El mítico Alberto José Armando, histórico presidente de Boca.
En un acto realizado en la Ciudad Deportiva xeneize, aquellas tierras donadas por el Estado al club en la Costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires y que terminó en un escándalo tras la frustración del nuevo estadio (“A las 11 de la mañana, el 25 de mayo de 1975 se inaugura, llueva o truene”, había dicho el mandamás boquense que con su par de River Plate, apostaba por ese entonces al “fútbol espectáculo” trayendo jugadores brasileños que fueron un verdadero fiasco), el hombre cuya designación a la “la Bombonera” generó otro papelón, precisó que “…ese dinero es dinero del pueblo, devuelto de la manera más noble y constructiva…”.
Los establecimientos educativos de forma hexagonal -como los gajos de una pelota de fútbol-, aunque la sabiduría popular las bautizó “redondas”, costaron 2.500.000 pesos de aquel entonces y el compromiso asumido inicialmente de cinco años para su construcción, se redujo a solamente dos. Hoy, con las inflaciones galopantes que Argentina padeció a lo largo de las décadas posteriores, es cifra original se traduce en hipermillonaria: algo así como 20 mil millones de pesos.
En ese “emotivo acto” estuvieron presentes autoridades nacionales, provinciales, representantes de la Fuerzas Armadas y de Seguridad una nutrida delegación de alumnos porteños y bonaerenses acompañados con sus respectivas maestras.
El por entonces ministro de Bienestar Social, Julio Álvarez, izó la bandera argentina (era presidente de la Nación el general Juan Carlos Onganía). El monseñor Ernesto Segura fue el encargado de bendecir la escuela prototipo y el titular de Educación Bonaerense, Alfredo Tagliabué, agradeció el gesto del club en representación de todas las provincias.
Posteriormente se recorrieron las instalaciones de la Ciudad Deportiva, “la obra más audaz de la ingeniería civil argentina”, según las palabras del propio Armando. Más tarde se disfrutó de un almuerzo servido en la planta baja de la confitería que sería inaugurada a fines de ese año y se escucharon los discursos del presidente del club, el subsecretario de Educación Dr. Juan Rafael Llerena Amadeo y de Valentín Suárez, un dirigente de Banfield que conducía a la AFA y que fue el gestor -ese mismo año- de los Torneos Nacionales donde los clubes indirectamente afiliados podían medirse con los directos de AFA. Como dato aleatorio, Suárez fue el coorganizador del fracasado proyecto deportivo de Amalia Lacroze de Fortabat, Loma Negra; aquel conjunto celeste que se midió a principios de los 80 en el fútbol grande con contrataciones importantes y que anduvo por Trelew venciendo -en Racing- a la Selección del Valle en el Torneo Beccar Varela que lo terminó ganando en representación de la Liga de Olavarría.
Como se expresó el cronista de la también legendaria revista El Gráfico: “…Este ejemplo carece de antecedentes y merece imitadores…”, para ese día inolvidable. Las escuelas (de órbita nacional) eran entregadas -fundamentalmente- a sectores rurales y en Tyr Halen el terreno, de dos hectáreas, fue donado por la familia González a 1.500 metros de la actual escuela.
Vista aérea de la «redonda», que en realidad era octogonal como los gajos de una pelota.
El destino fue cruel con la “escuelita redonda” o “La escuelita de Boca”: se quemó dos veces, pero siguió funcionando, desafiando al destino. Funcionó de 1972 hasta 1980, cuando se inauguró el nuevo edificio. A partir de allí se convirtió en residencia del personal docente; aunque siguió siendo “La escuelita redonda”. “La de Boca”. La que enseñó.
Octubre de 1971. Jornada reporta la reinaguración de la escuela, que se había quemado.
En ella, zona de chacras si las hay, se cruzaban los 30 o 40 alumnos con los gansos, gallinas y cerdos. En ella -particularmente los primeros- acompañaban a los alumnos en la salida del sol cuando se izaba la enseña patria. En ella, existían dos aulas con dos maestros. En una estaban los de 1°, 6° y 7° grado; y en la otra, los de 2°, 3°, 4° y 5°. En ella, estaba la verdadera patria del hombre: su infancia. La que no debe ni puede quedar en el olvido. Tampoco Boca.
Durante la gestión de Daniel Angelici hubo un intento de recuperar el vínculo con aquellos establecimientos escolares que comenzaron a dictar clases en estos edificios. Vigentes había seis (lo que hablaría de la precariedad del esquema edilicio educativo a través del tiempo). El proyecto de Boca Juniors se llamó “Armando escuelas” por cuestiones obvias y hubo contactos con algunas. Lamentablemente, la iniciativa quedó en las buenas intenciones, esas que plagan el camino del infierno. Y no del cielo, pintado -para la ocasión- de azul y oro.
Con los años, el establecimiento se convirtió en la vivienda de los docentes.
El dato I
Estudiantes de la Plata e Independiente de Avellaneda fueron los campeones de los campeonatos Metropolitano y Nacional de 1967 respectivamente. El “Pincha” rompía la hegemonía de los conjuntos porteños y del AMBA y el “Rojo”, lo hacía en el primer certamen en donde intervenían los clubes indirectamente afiliados a la AFA, una idea del dirigente de Banfield, Valentín Suárez.
El dato II
Boca logró que el Congreso de la Nación Argentina sancionara en 1964 una ley mediante el cual se le cedía la zona del Río de la Plata delimitada entre la avenida Costanera Sur y la prolongación de la calle Humberto I para que el club rellenara a su costo un total de 40 hectáreas de islas y construyera un estadio para 140.000 personas y una Ciudad Deportiva.
Sin embargo, el plan fracasó. Ya en 1992, el club vendió el predio a la sociedad Santa María del Plata por un valor cercano a los 50 millones de dólares, y con el dinero Boca Juniors construyó otro complejo en el barrio de La Boca llamado Casa Amarilla.
Fuente: Diario Jornada