Cuando todo cierra, parece inevitable escaparle a los designios del destino. Milagros Aldana Narváes creció entre bolsas y guantes; enrollando vendas con la música de la campana. Rodeada de tíos campeones, con comidas ruidosas cada vez que se seguía por televisión a algún miembro de la familia peleando en el exterior.
Hija de dos boxeadores profesionales dejó que la sangre hiciera lo suyo. “De chiquita estuve metida en el gimnasio, acompañando a mis papás siempre. Me puse a entrenar para aprender lo básico y a los 17 hice mi primer pelea con 85 kilos y saliendo campeona provincial. Después me puse las pilas para seguir bajando y acomodarme a una categoría más cómoda”.

Es Narváes y es Matthysse, por Mauko y por Sole. Y por eso el boxeo se convirtió en la única opción. “Nunca me puse a pensar que los apellidos eran un peso. Los llevo con orgullo y tratando de representarlos de la mejor manera”, asume a los 24 años y con 10 peleas realizadas en el amateurismo (6-2-2).
“Estamos hablando –agregó Milagros- de pasar al profesionalismo si Dios quiere. Desde que me enfoqué en el boxeo siempre me propuse lograr algo de todo lo que hizo mi familia y especialmente mi mamá”.
La sola mención de Soledad o “La Itaka”, la pone en otro plano. Aparece el orgullo y la admiración por la que fuera múltiple campeona pero sobre todo, madre y amiga. “Soy testigo de todo el sacrificio que hizo y sigue haciendo para estar donde llegó. Trabaja muy duro para conseguir todo lo que se propone. Como su hija me siento orgullosa”.
“La relación que tengo con mi mamá es muy linda y tanto mis dos hermanas como yo, la vemos como una amiga. Siempre nos brinda su confianza y apoyo en todo lo que hacemos”. Sin embargo, asume que hay algo que no se negocia y son las sesiones de guanteo en donde se terminan los vínculos y solo cuenta la acción.
“Ahí no existe el madre e hija. Ella me ayuda a mí y yo trato de ponerme a su nivel para servirle como spárring. Ella ahora tiene que pelear con una zurda y yo aprendí para poder darle una mano. Lo disfrutamos mucho”.

Recién al final reconoce otra de las ídolas que la llevaron a convertirse en boxeadora. “Desde chica siempre la seguí a Marcela Acuña”, justamente una rival que enfrentó y superó en dos ocasiones a su mamá Soledad en el 2013 y 2014 primero en Tapiales y después en Villa Ballester.
Sobrina de Omar Narváes y de Lucas y Walter Matthysse; en su familia salvo alguna excepción, todos se calzaron los guantes alguna vez, incluída su abuela Dorys. “Con mis tíos me llevó rebien. Con ambas familias. Siempre están ahí para alentarme y darme consejos. Me preguntan cómo me preparo cada vez que tengo una pelea”.